En título de la novela de Claudia Salazar (2013), La sangre de la aurora, no me había despertado mucho interés. Como en los últimos días tuve que releerla para enseñar sobre ella, propongo esta breve interpretación sobre el nombre de esta excelente novela.

En el texto aparece la aurora en boca del personaje Camarada Líder: “Comenzamos a derrumbar los muros y desplegar la Aurora” (Salazar 15). ¿Qué es la Aurora? Es lo que se anuncia, lo que vendrá en un futuro cercano, es el advenimiento de un nuevo amanecer, el Bien producto del mañana, el ideal que será producto de la revolución. La Aurora también es la primera luz del día, lo primero que se ve al amanecer. ¿La Aurora es el sendero luminoso? La Aurora sería, entonces, el futuro porvenir producto de la revolución: el fin de las desigualdades del capitalismo imperante.

Pero el libro se llama La sangre de la aurora; nos falta analizar la sangre. Esta sangre surge de la herida del cuerpo. La sangre es el producto de un golpe, producto de la violencia sobre el cuerpo de una víctima. La sangre, además, es el rastro, la huella de lo que pasó. ¿Qué ocurrió? Ocurrió la violencia de la Aurora, las muertes de la revolución. La sangre es la prueba de la revolución fallida, del desastre de la supuesta venida de la Aurora.

Claudia Salazar no colocó ese título de forma gratuita, sino que tiene, para nosotros, este significado. La sangre de la aurora se interpreta como el producto de la violencia de sendero luminoso. El Bien que se auguraba en la aurora se presenta en la novela como un proceso fallido, un cambio que, en vez de generar bienestar, generó incertidumbre, violencia y múltiples muertes en todos los frentes. Podemos aventurarnos a decir que si no fuera una novela, Claudia Salazar pudo titular a su obra La violencia (la sangre) de Sendero Luminoso (la aurora).