La Hora del Planeta y sobre cómo redefinir los límites (antes de que sea tarde)
La Hora del Planeta empezó hace diez años en Sidney, Australia, como una respuesta ciudadana ante la emisión de gases de efecto invernadero que calientan la Tierra. El día sábado 25 de marzo se celebró un aniversario más de este evento que ya puede considerarse mundial. En este texto quisiera no desacreditar el trabajo y fin de La Hora del Planeta (LHDP), sino verlo desde otra perspectiva, ya no individualista, más bien, social, comunitaria. Por ello, señalo que acciones como esta son meramente simbólicas y no atacan el verdadero problema: el hecho de que nosotros (ciudadanos de a pie) no somos verdaderamente los culpables del cambio climático, sino las empresas multinacionales. De esta forma, LHDP no soluciona nada: no ataca los verdaderos problemas del calentamiento global, ni previene que el planeta se siga calentando ni que las emisiones de gases sigan propalándose diariamente.
Por ello, señalo que acciones como esta son meramente simbólicas y no atacan el verdadero problema: el hecho de que nosotros (ciudadanos de a pie) no somos verdaderamente los culpables del cambio climático, sino las empresas multinacionales.
En un artículo publicado en El Comercio, Ian Vásquez señalaba que LHDP efectivamente no prevenía la emisión de los gases de efecto invernadero, sino más bien se concentraba en eliminar el uso de la electricidad en los hogares de millones de familias en el mundo. Es correcto, pero se equivoca al indicar que el único fin de LHDP es reducir el uso de la electricidad en el hogar. Yo lo veo de otro modo, el cual es el siguiente: nosotros no podemos tomar decisiones sobre las grandes multinacionales que contaminan el aire, el mar y el medioambiente, pero sí tenemos control sobre nuestro propio consumo. Por lo tanto, como no podemos obligar a las empresas a reducir la emisión de los gases de efecto invernadero, lo que podemos hacer —simbólicamente, por supuesto— es dejar de utilizar la luz eléctrica de nuestros hogares, oficinas o negocios para crear conciencia entre la población de que el planeta está calentándose y, sí seguimos haciéndolo, traería graves problemas en el futuro.
el problema no somos nosotros, los pequeños consumidores —por decirlo de alguna manera—, sino las grandes multinacionales. He allí donde radica el error de los organizadores de LHDP.
Este tipo de razonamiento es el que guía LHDP, si no me equivoco. De esta manera, vemos una actitud individualista que no resuelve mucho el dilema del cambio climático. El apagar por una hora todos los artefactos eléctricos no reduce significativamente el calentamiento global, pero con esa simple acción hecha por cada individuo (el cual ahora es mundial), crea la ilusión de que “yo” estoy haciendo algo importante por preservar el planeta. Cada individuo piensa dentro de sí que desconectando su computadora o su laptop por una hora está verdaderamente salvando el planeta. Pero como les vuelvo a repetir, el problema no somos nosotros, los pequeños consumidores —por decirlo de alguna manera—, sino las grandes multinacionales. He allí donde radica el error de los organizadores de LHDP. No han centrado su atención en el principal objetivo: que las multinacionales reduzcan las emisiones de gas invernadero.
El apagar por una hora todos los artefactos eléctricos no reduce significativamente el calentamiento global, pero con esa simple acción hecha por cada individuo (el cual ahora es mundial), crea la ilusión de que “yo” estoy haciendo algo importante por preservar el planeta.
Entonces, ¿cómo lograr que las empresas se comprometan a no contaminar más? No con más individualismo, sino con una acción colectiva, pero ya hablaremos de eso. Primero, quisiera dar mi opinión sobre las constantes campañas en los medios acerca de reducir nuestro consumo; por ejemplo: cuando nos dicen que gastemos menos agua, que usemos menos plástico, que usemos menos descartables, que no compremos bolsas de plástico, sino biodegradables, etc. Siempre me he preguntado, ¿no son estos requerimientos constantes hacia la población trabajadora unos pedidos que contienen una mirada cínica? Me explico: si usáramos menos bolsas de plástico, ¿se reducirá el consumo de ellas?, ¿no se seguirían produciendo en alguna otra parte del mundo?; si dejamos de comprar botellas desechables, ¿las fábricas que las elaboran dejarán de producirlas y venderlas? Por supuesto que no. Como les dije en los párrafos anteriores, las acciones individuales como estas no funcionan a gran escala. Es cínico e insuficiente pedir a los consumidores que dejen de consumir, porque de alguna u otra forma las empresas seguirán produciendo y alguien de esta u otra parte del mundo los usará y el mundo seguirá contaminándose. Repito: el problema no somos nosotros, los consumidores y clase trabajadora, sino son las empresas multinacionales, hacia ellos es que debemos poner nuestra mira y redefinir, de una vez por todas, los límites.
Es cínico e insuficiente pedir a los consumidores que dejen de consumir, porque de alguna u otra forma las empresas seguirán produciendo y alguien de esta u otra parte del mundo los usará y el mundo seguirá contaminándose.
¿Cómo redefinimos los límites?, ¿cómo obligamos a las empresas a descontaminar el medioambiente? Aunque no parezca sencillo, lo es: dejar el individualismo —del cual LHDP es el fiel ejemplo— y centrarnos en el colectivismo, en la acción ciudadana. Debemos juntarnos como sujetos pertenecientes a una comunidad y exigir a nuestros gobernantes que se sienten a dialogar con las empresas sobre el futuro del planeta, sobre el futuro de todos nosotros, los que vivimos aquí, en nuestro planeta.
En este momento alguno podrá pensar, “no se puede obligar a ninguna empresa a dejar de producir unos bienes, ya que estamos en el libre mercado y eso significa que cada negocio posee la potestad de producir ciertos tipos de productos. Además, eso significaría injerencia del estado, lo cual está mal desde el punto de vista de…, etc”. Aquí viene el siguiente punto de mi argumento y del título de este artículo: redefinir los límites. Cada sociedad, comunidad, país o nación posee unos límites, ya sean territoriales o sociales, practicados a través de las leyes o las costumbres de cada pueblo. Así, en cada espacio-tiempo estos límites se renuevan y cambian constantemente, así como las sociedades cambian a través de la historia. De esta manera, creo que es el momento de establecer nuevos límites en materia energética y medioambiental. Si seguimos con la cantaleta de LHDP no llegaremos a ningún lado, más bien tenemos que ponernos fuertes, hacer escuchar nuestra voz, pedir a nuestros líderes que se sienten a dialogar con las empresas y países que contaminan más nuestro planeta. Debemos exigirles que dejen de producir desperdicios y materiales que dañan nuestro hogar y que ellos producen y que nosotros consumimos porque ellos los fabrican. Será difícil, pero alguien tiene que hacerse. De esta forma, debemos unirnos para redefinir y elaborar los límites en los cuales queremos vivir, sino ya no tendremos planeta ni tierra donde establecerlos.
Escrito por
Soy crítico literario, músico, teórico, gusto del teatro y la filosofía. Últimamente me dedico a escribir.
Publicado en
Textos sobre teoría y análisis literario y social.