¿Dejar o no dejar decidir? He ahí el problema.
Siguen las opiniones variadas sobre la guía del aborto terapéutico.
Siempre me he preguntado por qué la iglesia católica, sobre todo, se inmiscuye en políticas de Estado. Por ejemplo, en estos últimos días, hemos visto el rechazo total a la aprobación de la guía técnica para el aborto terapéutico. El cardenal de Lima Juan Luis Cipriani es el abanderado para la desaprobación e insta a desacatar la medida hasta se señaló "que la ministra de Salud (Midori de Habich) no estaba capacitada para dirigir".
Otras opiniones se han vertido en los medios de comunicación, con opiniones a favor como en contra. Una de las que van de la mano con las del Arzobispado son las escritas por la editora general de el diario El Comercio, Martha Meier M.Q., donde desautoriza, mediante su columna publicada hoy, a las ministras de Salud y de la Mujer llamándolas incompetentes por "aprobar una guía técnica para un protocolo caduco". Más adelante, las increpa diciendo: "la medicina, señoras y señores abortitas, autoridades humalistas todas, ha avanzado bastante". Con esto, además de tachar de "proaborto" a las ministras, da a entender que en estos días sí se puede salvar la vida tanto de la madre como del niño; pero -oh, sorpresa!- no nos dice cómo.
Quiere hacer un paréntesis y explicar que una opción legítima es estar a favor de la despenalización del aborto y otra es estar a favor del aborto en sí. Los primeros solo desean que la opción sea reconocida como tal y deje de estar penalizada, mientras que el segundo hace propaganda a favor e insta a la población a hacerlo. (Pero, en serio, hasta ahora no conozco personas de este tipo que incentiven abortar a cada embarazada que vean). Eso no quiere decir que seamos los primeros en promoverlo y realizarlo, sino darle a la ciudadanía otra alternativa y, a ya ellos, la aceptan o no. Creo que no se debe cerrar a la población de darle oportunidad a elegir.
Primero, quiero empezar diciendo que todas las opiniones son válidas, pero siempre deben de tener sustento. Por tanto, no entiendo el carga-montón que se le ha dado a esta norma cuando lo único que otorga es una opción más a la madre. Ella es la que lleva al niño en su vientre. No el Arzobispo o la Iglesia, por ejemplo.
También deseo recalcar que la iglesia católica tiene todo el derecho a expresar su punto de vista, pero que, en mi opinión, debería de centrarse en expresarlas a sus fieles. Me explico, La iglesia católica debe de verter sus opiniones para ayudar al accionar de sus fieles. Por ejemplo, si el Estado da esta u otra opción, la iglesia deberá servir como medio para ayudar al creyente a elegir tal o cual opción que no vaya en contra de sus creencias.
El Perú, por si no lo sabían, es un estado laico y dentro de la población no solo hay católicos, sino una variedad de religiones que son una minoría. Y esa minoría también tienen DNI y son catalogados como peruanos. El Estado trabaja todos los peruanos, sean católicos o no. Esa es la gran diferencia con la Iglesia. Mientras ella dirige a sus fieles, el Estado nos sirve a todos.